Transcurrió prácticamente un año con una “movilidad” restringida o limitada en toda la infraestructura vial. Los flujos vehiculares descendieron a niveles históricos. No estaba permitido trasladarse libremente en el territorio. Tampoco para muchos había “motivo”, ya que en diversas actividades se implementó el “home office”, las escuelas no recibían alumnos en forma presencial, los cines, teatros y centros recreativos cerrados, etc. Entre las actividades suspendidas estaba el transporte público de pasajeros de larga distancia y limitado el de algunas cargas no esenciales. Muchos conductores profesionales quedaron en sus casas. Y se podían observar estacionados en forma permanente en las calles, automotores particulares juntando hojas de los árboles y polvo.
Por supuesto que la siniestralidad vial disminuyó a niveles más bajos que en la crisis posterior al 2001 (de marzo a junio del 2020 los menores del siglo).
En la medida que se fueron retomando las actividades, la movilidad retornó progresivamente (aún no alcanzó los niveles pre cuarentena) a la vía pública y la siniestralidad vial creció exponencialmente hasta el presente, previéndose, de no mediar un accionar preventivo contundente, que en el presente año 2022 superemos los valores pre pandemia del 2019.
Ahora bien, a nuestro criterio (podemos estar equivocados) ¿cuáles son algunas de las características que determinan esta realidad?:
*Aumentó la cantidad de usuarios vulnerables (peatones y CICLISTAS), sin haber desarrollado los cambios NECESARIOS en la infraestructura vial y su normativa que compartimos todos, para brindarles una seguridad adecuada en su circulación.
*Respecto al ítem anterior, pocas empresas con vehículos mayores (ómnibus, colectivos y camiones), capacitan a sus conductores e implementan sistemas tecnológicos para superar ángulos ciegos en la conducción de sus unidades.
*El transporte público aún no recuperó (y menos aumentó) la carga de pasajeros pre pandemia y se acentuó el uso del automotor particular y la moto.
*La cantidad de taxis (servicio público controlado) disminuyó ostensiblemente y aumentaron los servicios privados (sin control del Estado) mediante aplicaciones.
*Conductores profesionales del transporte de pasajeros y cargas retornaron a sus actividades con el ritmo circadiano alterado, generándose aumentos de siniestros viales por fatiga y distracciones.
*Existe una variable difícil de ponderar en los conductores que retornaron al uso cotidiano de la vía pública que evidencian en la temeridad de sus maniobras y en la ingesta previa de alcohol y drogas, posiblemente asociada al cansancio y liberación de las actividades restringidas durante la cuarentena.
Resulta realmente una situación muy complicada que requiere de una respuesta de políticas públicas sistémicas y constantes en el tiempo (nacionales, provinciales y locales). Esto no se resuelve con acciones aisladas. Y también requiere la suma del sector privado en el área de su responsabilidad social.
Más temprano que tarde resolveremos la pandemia del COVID. Los esfuerzos mayoritarios de las organizaciones públicas y privadas del mundo están orientados a lograrlo. No ocurre, lamentablemente, lo mismo con la Pandemia Vial.
Las muertes y lesiones que provoca esta “enfermedad social” son “naturalizadas” por muchas de sus futuras “victimas” y “victimarios”.
*Director ISEV.