Estoy seguro que la decisión del oficialismo partidario -hoy representado por Ricardo Alfonsín, Miguel Bazze y Gustavo Posse- de romper el bloque de diputados de la UCR provoca una frustración más a los militantes y simpatizantes del radicalismo, sobretodo porque este gravísimo paso está vinculado a la inminencia de la elección interna que debe renovar autoridades el 24 de junio próximo.
El disparador de este manotazo es sencillamente que el presidente del bloque, Ricardo Jano, decidió acompañar la propuesta de renovar al partido para que una nueva camada de dirigentes que, encabezada por el intendente de Chascomús, Juan Gobbi, se haga cargo de reconstruir al radicalismo después de la derrota política que se le propinó en los últimos tiempos. Fíjense que hablo de la derrota política y no de la derrota electoral.
Efectivamente, se puede llevar adelante una alianza electoral, pero eso no significa entregar al radicalismo en el marco de esa alianza. Cuando se concretaron acuerdos electorales con el Frepaso, Lavagna o el llamado Acuerdo Cívico y Social, el peso, la dignidad y la autonomía de la UCR fue respetada. Bajo la conducción de la dupla de Ricardo Alfonsín y Miguel Bazze ocurrió totalmente lo contrario. Cedieron las decisiones al sector de Francisco De Narváez: le otorgaron la mayoría en la junta electoral del UDESO, la fórmula fue De Narváez-Mónica López (es decir dos peronistas) y el candidato a Senador Nacional (el otro cargo visible de la elección) José Scioli pero, lo más grave, es que la subordinación a las decisiones de De Narváez tuvo tal alcance que se proscribieron decenas de listas radicales para impedirles participar en las internas abiertas: los ejemplos más notorios, pero no los únicos, fueron Azul, Luján y La Plata, donde hubo que acudir a la justicia para garantizar la lista radical.
Eran los tiempos en los que antes de tomar una decisión decían “hay que ver que opina Francisco”. Algunos pensaran a esta altura qué tiene que ver esto con lo que está pasando ahora. Mucho tiene que ver, porque sigue la misma lógica. El afán de sostener un supuesto liderazgo que existe sólo en la fantasía de quien cree ejercitarlo, llevó a que, planteada la elección interna, ésta se viera como un desafío inaceptable para la conducción que, como lo afirmamos en un documento hace tiempo atrás, “no quiere revisar los errores conceptuales, políticos y estratégicos” concluyendo “no quieren cambiar, sino disimular” y la mejor manera de “disimular” era evitar el debate que conlleva un proceso interno. Por eso reaccionan tan virulentamente frente al desafío democrático de una elección interna y lo hacen con la misma lógica anterior. Ahora dicen “hay que ver qué opina Posse” y Posse les reclamó la presidencia del bloque a 30 días de la elección interna como moneda de cambio por su apoyo, aunque ésto significara la ruptura de los bloques.
Que a Posse no lo conmoviera un cisma partidario tal vez no llamaría la atención porque ante el gesto generoso -del que no nos arrepentimos- de volver a abrir las puertas de la orgánica partidaria a quienes se habían ido de la fuerza podían esperarse distintas respuestas, pero sí se suponía que Ricardo Alfonsín jamás iba a poner en riesgo reglas básicas de convivencia que hacen a la existencia misma del partido. Una de ellas es el derecho al disenso. Que se rompa un bloque de legisladores del radicalismo -con lo que esto significa como descrédito ante la opinión publica- porque su presidente y algunos diputados se oponen a la dupla de Ricardo y Bazze es inadmisible. Como lo definió Jano, “es una actitud fascista” agregando “yo no nací diputado, pero si nací radical”, diciendo de esta manera que vamos a seguir bregando por un cambio en el radicalismo y por el debate interno a pesar de estos atropellos.
Si creyeron que íbamos a renunciar a nuestro derecho a disentir por una apriete de este tipo se equivocaron de medio a medio. Sólo lograron fortalecer nuestra voluntad y la mística de este espacio que no cejará en volver a un radicalismo popular y progresista. La intempestiva decisión de este golpe de mano interno violenta principios democráticos básicos del radicalismo. La conducción de los bloques se elige por un período de tiempo. Esta conducción fue elegida hace apenas 5 meses. Es como si en el 2009, porque el gobierno perdió en las elecciones la mayoría parlamentaria, la UCR le hubiera reclamado a la Presidenta la renuncia anticipada a su cargo. Un disparate.
El paso que han dado no sólo causa un daño enorme en la credibilidad del radicalismo cuando más necesitaba cambiar, renovarse y resignificarse, sino que además debilita su peso institucional dejando a los pocos intendentes del partido -tal vez, menos a uno- en mayor indefensión ante los poderes públicos cuando más falta les hacía un partido fuerte y vigoroso para defender sus gestiones locales, sobretodo en años de tantas dificultades financieras. Poco les importó, como muy poco les importó empujar a quien postulan como candidato a presidente del partido, el diputado Alejandro Armendáriz, a que en su condición de diputado avalara con su voto la fractura del bloque. ¿Cómo se presentará ahora como un presidente confiable para unir a los radicales quien acaba de ser el protagonista principal de un cisma partidario? El mesianismo que llevó a entregar al radicalismo a los deseos de De Narváez ahora entregó al Rapaca y al Morena a nuevas exigencias. Pero eso no es cuestión nuestra sino, en todo caso, de correligionarios que deberán preguntarse a dónde los llevan.
Un párrafo aparte merece el intento burdo y payasesco de mezclar esta decisión con la cuestión del revalúo inmobiliario. Hasta ahora, más allá del palabrerío, los únicos que dieron los dos tercios para avalar ese revalúo fueron los senadores provinciales comandados por Carlos Fernández, de Tandil, donde tienen una amplia mayoría el ricardismo y el possismo. A propósito y por último, cabe subrayar que el oficialismo partidario sustenta la presidencia del bloque de senadores, la vicepresidencia de esa Cámara y la vicepresidencia de la Cámara de diputados, es decir, tres de los cuatro cargos de mayor injerencia institucional en la legislatura. El único que tenia la disidencia interna era el que los llevó a romper el bloque de diputados.
Cómo se extrañan los Comités Provincia liderados por Lebenshon, Larralde, Pugliese, Alfonsín (claro que me refiero a Raúl) y aún con las diferencias que alguien puede tener, los conducidos por Storani, Stolbizer, Gorosito, Cacho García o Daniel Salvador. Me excluyo, por obvias razones de pudor, pero sí puedo decir con orgullo que durante los períodos en los que tuve el honor de presidirlo, los bloques, los intendentes, los comités distritales, los militantes y, aún las corrientes internas que competíamos en comicios fuertes y participativos, éramos una sola cosa: un partido, con debate y con política.