Es necesario precisar desde «el vamos», de qué hablamos cuando hablamos de seguridad en la web. En las charlas que doy sobre estas cuestiones, especialmente las dirigidas a niños y a padres, siempre repito la misma idea: No hagan en Internet lo que no harían en la vida real.
Esa es básicamente la seguridad de la que vamos a hablar, cuidarnos en la vida virtual que nos brinda la tecnología como nos cuidamos en nuestra existencia física. Desde luego que con esta primera aproximación sólo me refiero al cuidado que nosotros mismos podemos tener, sin contar el que el Estado está obligado a otorgarnos.
En este punto pretendo plantear el paralelo que existe entre la seguridad “real” y la seguridad en la web. En ambos ámbitos las personas estamos expuestas a riesgos que aumentan con el desarrollo de la civilización y las ciencias (es más inseguro cruzar hoy una calle de Buenos Aires, que en la época de las carretas).
Tanto en la vida real como en la virtual, debemos tomar precauciones para relacionarnos con desconocidos; nadie, por ejemplo, subiría a un colectivo y se pondría a decirle a todos cómo se llama, dónde vive, qué hace, cómo se compone su familia, con quién vive, qué auto tiene, ni mostraría sus fotos familiares.
Bueno, esto es lo que hacemos en una red social sino definimos muy bien nuestro perfil de privacidad, que por defecto (si no establecemos una alternativa) favorece el intercambio de información entre todos los miembros de la red, sean “amigos” o no.
Por otro lado, así como el Estado a través de sus fuerzas de policía tiene la obligación de brindarnos un mínimo de seguridad para poder desarrollar nuestra vida real con relativa tranquilidad, también debe establecer medidas de prevención de los delitos que se pueden cometer a través de Internet.
La regulación de la actividad de los proveedores de Internet (los ISP por su sigla en inglés, Internet Service Provider), de los buscadores, de los correos electrónicos, y en general de las empresas de tecnologías de la comunicación (TIC), debe tender, entre otras cosas, a procurar seguridad a los usuarios.
Sin embargo, existe una diferencia fuera de estas regulaciones normativas: el Estado no está en condiciones de controlar todo el tráfico de Internet, por lo que la tarea de prevención de los delitos que nos pueden afectar como adultos, o el cuidado de los que pueden ser víctima nuestros hijos, depende en gran parte de nosotros.
Por ello creo que puede ser útil brindar una serie de consejos, una lista de prevenciones que debemos tomar en nuestros hogares y en los lugares de trabajo, para disminuir el riesgo de sufrir un delito informático. Como se verá, no se necesita ser un conocedor de la tecnología para llevarlos a la práctica, antes bien se trata de una cuestión de cuidados básicos y de sentido común:
*Dialogar con nuestros hijos menores para reforzar la relación de confianza, de manera de crear un clima propicio para que nos cuenten lo que hacen en la red.
*Navegar con ellos las páginas de su interés para que sientan nuestro compromiso y también nuestro control.
*Visitar los sitios que ellos navegan y que quedan registrados en el historial. No debemos sentir que invadimos su privacidad, lo hacemos por el bien de ellos, para cuidarlos.
*Poner la computadora en algún lugar de la casa que esté a la vista de todos.
*Poner horarios para la conexión a Internet (como muchas familias hacen con la televisión) dependiendo de la edad de cada niño.
*Interesarse por los contactos que los chicos tienen en las redes sociales, por sus nuevos amigos en la red.
*Para los mayores, no tener la misma clave en todos nuestros usos de internet, como el correo electrónico y el home banking.
*Cambiar periódicamente las claves de acceso.
*Fiscal General ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional. Cap. Fed www.ricardosaenz.com.ar