Anomia

En un martes 13, “no te cases ni te embarques”. Así reza un viejo y conocido refrán, inspirado en alguna leyenda urbana con baja probabilidad... Por Cuarto Intermedio

En un martes 13, “no te cases ni te embarques”. Así reza un viejo y conocido refrán, inspirado en alguna leyenda urbana con baja probabilidad de constatación.        

(Cuarto Intermedio – 19 de septiembre de 2011)- Wikipedia, fuente de (casi) todo conocimiento, sostiene que el origen de este día -que para muchos es de mala suerte-, tiene su origen hacia finales de la Edad Media: aparentemente, “habría sido un martes 29 de mayo de 1453 que cayó la ciudad de Constantinopla. Según parece, el Papa y las Repúblicas de Venecia y Génova enviaron una flotilla de ayuda a la ciudad sitiada, pero ésta caería antes de que llegaran. Cuando la flota de socorro iba a entrar por el estrecho de los Dardanelos, se cruzaron con unos pocos barcos de refugiados que huían de la ciudad conquistada; al preguntar cuándo había caído, éstos respondieron que el martes. La caída de Constantinopla supuso un profundo trauma para las potencias cristianas, y el día de su caída, el martes, asociado además al dios de la guerra pagano (Marte), pasó a considerarse de mala suerte”.El martes 13 de septiembre de 2011 puede llegar a ser un día más para la sociedad argentina, pero ojalá que no lo sea. Ese día, en un accidente completamente evitable, murieron 11 personas y 228 resultaron heridas. Ese día, un colectivero al comando de un vehículo cargado de pasajeros, tomó la decisión de cruzar la vía con la barrera a 45 grados, a pesar de que las señales luminosas y sonoras funcionaban correctamente. Ojalá que no sea un día más; que sea un día que sirva para entender que una sociedad armoniosa debe anteponer el bien común por sobre el individual. Que las normas regulan el orden social. Que si uno está apurado, pero la barrera esta baja (o bajando), hay que esperar. Que la tragedia sirva para que sea la última.Argentina se caracteriza por ser un país cuya sociedad suele tener un comportamiento ambivalente. Puertas adentro, somos hospitalarios y generalmente respetuosos, dados con la familia y amigos, y cuidadosos con nuestros hijos. Solemos esforzarnos en nuestro trabajo, tenemos un buen nivel de educación, y hemos logrado mucho, desde premios Nobel hasta cooperativas que funcionan con éxito. Ahora bien, del portal de nuestra casa o departamento hacia afuera, el comportamiento cambia radicalmente. En vez de arrojar los papeles o la basura de la cocina al tacho, la tiramos a la calle. Dejamos la manguera con agua potable abierta para baldear la vereda, y no somos ordenados en la cola del colectivo. En las calles y autopistas, el respeto a las normas es casi inexistente, y los dinosaurios del asfalto, junto a sus hermanos menores -los taxistas-, se comportan como si ventajear al semejante tuviese una recompensa. Fumar en restaurantes o edificios públicos o cortar una avenida un viernes a las 6 de la tarde es moneda corriente.Sin embargo, tras cruzar la frontera y dejar el país, los argentinos nuevamente nos destacamos por cumplir con las leyes vigentes; en lo referido al desarrollo de talentos, también lo logramos, al punto en que hay profesionales y académicos argentinos en los mejores centros de estudio del mundo.Dado que capacidad no nos falta, el hilo conductor de este comportamiento puertas afuera y fronteras adentro es “el otro no me importa”. Conciente o inconcientemente, prima el egoísmo y el interés individual por sobre lo colectivo. El problema, es que no logramos percibir que atentamos contra nosotros mismos. Si no, ¿cómo se explican tantos recursos de amparo aceptados por jueces que frenan pasos a nivel, o sea, obras que anteponen el interés de la ciudad por sobre el de unos pocos, y que en definitiva salvan vidas? ¿Cómo se entiende que un dueño de un local le venda alcohol a un menor de 18 años? ¿Acaso vería con buenos ojos que su vecino se lo vendiese a su propio hijo? ¿Cómo comprender la decisión del colectivero en cuestión?Cuando se terminaba el siglo diecinueve, Emile Durkheim, uno de los padres de la sociología, introdujo un termino que indica la falta de normas. Para Durkheim, la “anomia” no es otra cosa que un problema moral relacionado con el deterioro o rompimiento de lazos sociales y el decaimiento de la solidaridad. Da la sensación, entonces, de que el no respeto a las normas, el menor apego a la moral y la indiferencia socava el funcionamiento social.El pasado martes 13, un colectivero, apurado, produjo el accidente de colectivos y trenes más grave en los últimos 50 años. Tal vez el concepto de anomia sirva para diagnosticar parte del problema, y plantear un cambio de rumbo.El hecho de que ocurrió en el icónico día, es música para los oídos de los supersticiosos. Yo, personalmente, no creo en las brujas. Pero que las hay, las hay. Pero más que en las casualidades, creo en las causalidades.