El Presidente Alberto Fernández recibirá en la Quinta de Olivos a quienes seguramente volverán a mostrarse a su lado cuando el fin de semana -o antes- deba anunciar una nueva prórroga de la cuarentena: se trata del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; y del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, cuyos distritos concentran más del 90 por ciento de los casos de coronavirus en el país.
En ese marco, el Jefe de Estado escuchará el descargo que realizará cada uno de ellos, el cual seguramente coincidirá en la necesidad de mantener y hasta continuar intensificando los controles sobre el transporte público, aunque por otro lado volverá a salir a la luz el tema de las “flexibilizaciones” para ciertas actividades, principal motivo por el cual ambos mandatarios mantuvieron recientemente una suerte de “guerra fría”.
Es que en el caso del territorio porteño, son varios los rubros comerciales “no esenciales” y las actividades que ya hace tiempo presentaron sus respectivos protocolos de seguridad sanitario y que todavía aguardan su turno para volver a abrir las persianas, pese a que algunos de sus pares ya fueron autorizados a hacerlo.
Si bien desde la administración de Rodríguez Larreta no verían con malos ojos contemplar que a partir de fin de mes se le pueda dar el visto bueno a algunos de ellos -las peluquerías, por nombrar alguno- son conscientes que con el permiso que semanas atrás se otorgó a los porteños para hacer actividad física dentro de una franja horaria se volvió a tensar la relación con sus pares de la Provincia, quienes durante las últimas semanas vienen augurando a través de los medios de comunicación sobre un colapso en el sistema de salud en la medida que se continúe “relajando” la cuarentena.
Sucede que en el territorio de Kicillof el escenario es mucho más complejo, puesto que la radiografía de la enfermedad se muestra totalmente dispar según la zona que se trate, dado que se debe articular entre lo que sucede en el conurbano y el resto de las localidades que se encuentran ya mucho más alejadas de la Avenida General Paz, donde los intendentes allí pueden controlar más a sus habitantes en comparación a los que tienen que administrar las zonas más cercanas -y densamente pobladas- a la Capital Federal.
Ante ese escenario, el Gobierno nacional tendrá que tomar una decisión, no sólo operativa sino también política, en la cual la estrategia no pase solamente por esperar a que se “acomode” la curva de contagios, sino que paralelamente debería darle certidumbre al grueso de una población del país que tras 95 días aguarda a que se le ofrezca una respuesta diferente a la de, justamente, esperar.
Es claro que ante el incremento de los contagios en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) resulta inviable pensar que a partir del 28 de junio próximo se ingrese a una fase de “distanciamiento social”, tal como sucede actualmente en casi todo el país. De hecho, todo indica que podría retrocederse un paso en ese sentido.
Sin embargo y ante lo que sería el inevitable anuncio de una nueva prórroga de la cuarentena, resultaría esta vez conveniente que tanto el Presidente como el jefe de Gobierno porteño y el gobernador bonaerense, luego de realizar un puntilloso análisis sobre los distintos indicadores alcanzados -y afectados- por la pandemia, acompañen su decisión con un mensaje o plan que permita identificar mínimamente un horizonte, en lugar del ya esperado “seguimos como estamos”…