En momentos que los ánimos de los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires se encuentran lógicamente “caldeados” ante los sucesivos cortes de energía que vienen padeciendo día a día en medio de una “ola de calor” que no da respiro, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, pasó un incómodo episodio en el bar Británico, ubicado en la zona de Plaza Lezama.
En ese marco, fue increpado por un hombre que, llegándosele a poner cara a cara, le lanzó una batería de cuestionamientos y al grito de “tomátela” le exigió una y otra vez que se fuera del lugar.
Finalmente y al cabo de unos minutos, el precandidato presidencial de Juntos por el Cambio debió retirarse en su vehículo mientras era insultado por otro grupo de personas que se encontraba en la vereda.
A partir de este episodio, quedó a las claras que el alcalde porteño no puede dejar pasar por alto que más allá de que muchos de los problemas que “germinan” el malestar de la ciudadanía se originan en el ámbito nacional, tampoco puede desconocer que hay decisiones de su gestión que también contribuyen a ese “desánimo” que padecen los porteños día a día, tales como la pesada carga impositiva que recae mes a mes en sus bolsillos; la pésima intervención en el espacio público (bicisendas mal planificadas y obras sin sentido que alteran cotidianamente la circulación vehicular); la suba del delito en las calles (más allá de que se diga lo contrario); o la inacción y hasta indiferencia frente a los piquetes, acampes y cortes de calles que afectan casi de manera diaria a la Ciudad.
Los “cinematográficos” spots del Gobierno porteño que suelen verse por televisión o redes sociales destacando los “logros” de su gestión, poco o nada tienen que ver con la realidad o las preocupaciones de la gente, cuya situación -anímica y económica- viene en franco deterioro.
Es por ello que al momento de salir a las calles, sería más oportuno que en lugar de café, Rodríguez Larreta opte por tomar un bloc y una lapicera e indague sobre las necesidades de los porteños.