Dos mujeres ingresan y exclaman “¡qué belleza!”, porque al cruzar el umbral uno se transporta a cualquier elegante edificio de la Avenida Foch, en París, con su esplendor y sofisticación palpables en cada detalle. Sin embargo, nos encontramos en pleno barrio de Recoleta, en la calle Rodríguez Peña al 1.800 donde se encuentra el Club Francés.
Inaugurado en 1866 en el antiguo café Malakoff, en el barrio de Balvanera, convocaba a residentes franceses, artistas, intelectuales y políticos y en 1941 se mudó a la mansión de estilo francés que perteneció a la familia Vázquez Mansilla.
A lo largo de su historia, el Club Francés ha sido escenario de coloquios y conferencias protagonizadas por renombradas figuras políticas que han inspirado a generaciones, como Carlos Pellegrini, poco antes de convertirse en presidente de la Nación, o José Figueroa Alcorta, durante su mandato. También fueron concurrentes los presidentes Marcelo T de Alvear, Miguel Juárez Celman y Raúl Alfonsín.
Sus amplios salones resguardan la esencia artística de Eduardo Sívori, cuyas obras brillan con la luz propia de su genio creativo, pero además tiene el honor de contar entre sus tesoros artísticos con una invaluable donación de obras por parte de Georges Clemenceau. El ilustre estadista francés, conocido por su papel fundamental en la Primera Guerra Mundial como primer ministro de Francia, dejó un legado no solo en la historia política, sino también en el ámbito cultural.
También ha sido un punto de encuentro no solo para figuras políticas y culturales internacionales, sino también para destacados exponentes de la literatura mundial. Entre las personalidades literarias que han dejado su huella en sus salones se encuentran Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, Victoria Ocampo, Silvina Bullrich, Octavio Paz, Antoine de Saint Exupery, Mario Vargas Llosa, íconos de la literatura del siglo XX.
Roberto Azaretto, que es Miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y del Instituto Argentino de Historia Militar es el nuevo presidente que, a través de su dirección, ha fortalecido la relevancia del club como un espacio de encuentro intercultural, promoviendo la integración y el entendimiento entre Francia y Argentina.
Nos lleva en un recorrido a través de la historia del club y revela detalles interesantes sobre su fundación y crecimiento a lo largo de los años. “En la época de Rosas se fundó el Club de residentes extranjeros, después de la Batalla de Caseros se funda el Club del Progreso, en Buenos Aires y el Club del Orden de Santa Fe. El Club Francés es de los más antiguos, está próximo a cumplir 160 años y el Jockey Club es de 1883, luego se fundó el Club del Plata que desapareció”, dice.
“He mantenido una relación con el club desde mis veinte años -relata Azaretto-, aunque nunca imaginé involucrarme en la gestión. El club atravesó tiempos difíciles y el proyecto del hotel fue nuestra tabla de salvación. Antes, solo la esgrima era atractiva, pero económicamente insostenible. Cuando estuvo en riesgo, un amigo, el Dr. Peruzzotti, instó a salvarlo. Hace un año me llamaron para hacerme cargo. Trabajamos para reestructurarlo, sumar socios y organizar eventos políticos, aunque la grieta también impactó aquí. Pero de todas maneras somos plurales y recibimos a figuras como Diana Mondino, Federico Pinedo, Humberto Roggero y Gerardo Martínez”.
En el año 1953, la entidad experimentó un proceso de argentinización notable. Este cambio coincidió con un episodio desafortunado, la perdida de personería del Jockey Club tras un incendio devastador. Ante esta situación, el Club Francés y el Club italiano abrieron sus puertas para brindar espacio a aquellos miembros del Jockey Club afectados por la tragedia. Estas instituciones, como signo de solidaridad y hermandad, acogieron a los socios ofreciendo un lugar para reuniones y actividades sociales en un momento crucial.
Sin embargo, tras su reapertura en 1955 en su sede de Cerrito, el Jockey comenzó a atraer a sus antiguos miembros franceses. La atracción ejercida por el Jockey Club, con su prestigio renovado y su sede recién reconstruida, llevó a muchos de los socios del Club Francés hacia sus instalaciones. Esta migración gradual de sus miembros marcó un cambio significativo en la composición y dinámica social de ambas instituciones, evidenciando cómo los acontecimientos y la atracción de ciertos espacios pueden influir en la configuración de los círculos sociales y culturales en Buenos Aires.