El disparador de algunos de los comentarios -tal vez reflexiones- que siguen, están inspirados en el siguiente fragmento, parte de unos textos escritos por Martín Caparrós en Pamplinas, su blog:
–Y sin embargo es probable que se lo recuerde más por los puros que se fumaba o no se fumaba en el Salón Oral…
–…y los que le metía por ahí a Mónica Lewinsky. Pero esa es la pequeña historia.
–Pero es lo que ha quedado como imagen, ¿no?
–Sí, no sé, me parece tan estúpido quedarse en eso. Y además la vida privada de la gente qué demonios le importa a nadie, ¿verdad?
–Pero en un país tan moralista como los Estados Unidos…
–No, les interesa más la cartera que la moral. Como les fue muy bien económicamente le perdonaron todas las faltas veniales a Clinton.
–¿Son moralistas mientras no les afecte el bolsillo?
–Exacto, y ahora también son patrióticos mientras no les afecte el bolsillo.
El diálogo, según cuenta el reciente ganador del Premio Herralde de novela, transcurrió en el mes de noviembre de 2001. Las afirmaciones pertenecen al grandísimo Carlos Fuentes, quien andaba por el país a raíz de un Foro Iberoamericano que él mismo había convocado. Noviembre, un mes que encontraba a la Argentina, para variar, a los tumbos.
Qué sabiduría la de Fuentes. Esa de no quedarse en las banalidades, sino en las cosas importantes. Que si fueron actos impropios, que si el cigarro entró o no entró. La cuestión que trasciende -y debería trascender- de la excelente presidencia de Bill Clinton es su performance económica y el estado en el que estaba la sociedad norteamericana en 2001 en comparación con 1993. Y, si bien nadie es perfecto y las criticas siempre existirán, los datos son los datos. Algunos de ellos -referidos a la presidencia Clinton-Gore- siguen abajo (y pueden verse en detalle acá goo.gl/MxkpP):
• El período de expansión económica más largo de la historia de EE.UU.
• El paso de déficits record a superávits record.
• La creación de más de 22 millones de empleos.
• La tasa de desempleo más baja de las últimas 3 décadas.
• El crecimiento más prolongado de los salarios reales en más de 3 décadas.
Por eso, a pesar de la moral protestante y conservadora de la mayoría de la población estadounidense, Clinton logró evitar el juicio político (o impeachment). Según Fuentes, no por su carisma, no por sus habilidades como saxofonista ni por sus dotes como jugador de golf. Zafó porque a esa población no le tocaron el bolsillo, sino todo lo contrario.
Dicho de otra manera, el pueblo reacciona cuando se lo tocan.
La última línea de la entrevista va un poco más allá. Contiene un escondido -o no tanto- dejo de ironía. Porque es obvio, el patriotismo nada tiene que ver con el bolsillo. O por lo menos, no el patriotismo de verdad, definido como amor a la patria, o como el sentimiento de aquella persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien.
Por eso, las exageradas demostraciones de artistas a favor del gobierno no son patriotas. Tampoco lo son la obsecuencia de agrupaciones y personas diversas (desde las de derechos humanos hasta sindicales), que responden siempre sí y a viva voz, o el mediocre despliegue de funcionarios y empresarios en un país africano cuyo presidente está en el poder hace 32 años, cuya hija es sospechada de ser su testaferro (y por ende cabeza de millones de dólares en empresas y billetes) y con serios cuestionamientos (de Amnesty International o Human Rights Watch, nada menos) a las libertades que cualquier persona merece. Patriota es otra cosa.
Patriotismo es lo importante. Patriotismo es dejar un país mejor luego del paso del tiempo. El problema es que parecería que el egoísmo tiende a prevalecer, y por ende constantemente nos aquejan las peleas triviales de la basura, el subte y la CGT; o los grandes temas como el avasallamiento institucional, la inseguridad o la inflación.
Mientras tanto, aplausos y silencio. Pero cuidado, que el bolsillo no es solamente el de los ricos, es el de todos. Y todavía no nos lo tocaron (otra vez).
Ojalá que no sea demasiado tarde.