Tal como lo anticiparon las PASO, la oposición fue la que se mostraría exultante la noche del 27 de octubre, mientras que el oficialismo, sin dejar entrever rostros de derrota, ratificaría su compromiso con el “proyecto” y su incondicional fidelidad hacia la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, aun convaleciente tras la operación que le realizaran en la Fundación Favaloro.
Pasadas las 21 hs de la noche del domingo, la espectacularidad con la que los medios de comunicación resaltaban el contundente triunfo de la oposición en casi todo el territorio argentino (a excepción de los afines, claro está) también era de esperarse. Sin embargo y tal como se mencionara más arriba, el triunfo opositor ya estaba en cierta forma preanunciado. Solo restaban conocerse los porcentajes con los que muchos dirigentes especulaban para sumar a sus “soldados” a un hemiciclo que, sin llegar a doblegar la dominación kirchnerista, sí por lo menos podrían insinuarse “amenazantes” a partir del mes de diciembre en el parlamento nacional.
Lo propio también sucedió en el interior del país, donde las Legislaturas provinciales también reajustarán composiciones aunque sin desplazar -en la mayoría de los casos- el número de legisladores con los que actualmente cuenta cada gobernador. Sin embargo, la ciudadanía, a través de las urnas, logró “abrir las puertas” de los recintos legislativos a un importante número de “caras nuevas” que llegarán para romper con la hegemonía absoluta de la que gozaban los mandatarios provinciales afines al kirchnerismo. A saber: el Frente para la Victoria no perdió el dominio pero si la tranquilidad.
Ahora bien, hay otro factor que se debe tener en cuenta: como se suele decir en política, las elecciones legislativas le traen dolores de cabeza a los Ejecutivos de turno (se las denominan “voto castigo”), ya que es cuando se le “pasa factura” a los gobernantes por los problemas que dominan la agenda y el día a día de la población: en este caso; inflación, inseguridad, empleo, políticas cambiarias, etc. No obstante, durante las presidenciales, entran en consideración otro tipo de factores al momento que el ciudadano deposita su voto en las urnas: en la mayoría de los casos, el elector vela por su situación personal y teme o desconfía de la capacidad de empuje de los “nuevos” candidatos, más aun si aquel resultó ungido de un mix de agrupaciones políticas (como lo fue la Alianza de De la Rúa, por ejemplo). ¿Cómo se explica, entonces, el contundente revés que recibió el Frente para la Victoria -con Néstor Kirchner a la cabeza- en las legislativas de 2009, y la posterior y amplia victoria de Cristina en 2011?
Los recientes comicios legislativos, desde ya que deben ser tomados tal y como se mostraron en los medios de comunicación dado que los números son exactos; no mienten: ganó la oposición y perdió el oficialismo. Lo que resta saber de aquí en adelante, es cómo capitalizará la oposición (principalmente Sergio Massa y Mauricio Macri) ese triunfo, y si de cara al 2015 esta victoria será recordada como aquella que ofició de punta de lanza para un nuevo apellido que porte la banda y el bastón presidencial dentro de dos años, o si tal y como sucediera un tiempo atrás, solo se trató de un mero “tirón de orejas” para la gestión del kirchnerismo.